

Si bien conocer con exactitud este valor es complicado, existen diferentes métodos para dar con él. A pesar de esto, no hay consenso acerca de la conveniencia de utilizar un modelo u otro debido, entre otras cosas, al parón que la crisis ha impuesto en las fusiones y adquisiciones.
Así, para valorar una empresa se puede optar por el flujo de caja descontado, los multiplicadores de empresas comparables o el valor liquidativo y las opciones reales. El coautor del libro “La valoración de la empresa” y catedrático de Economía Financiera en la Universidad Complutense de Madrid Juan Mascarañas opina que “todos deberían coincidir al final” ya que no debería haber muchas diferencias en el resultado de entre un sistema u otro, a no ser que falte información en alguno de ellos. Además reconoce que su preferido el sistema del flujo de caja descontado.
Durante la presentación del mencionado libro, el autor remarcó la importancia de una correcta valoración de las empresas, aunque insistió en que “es un arte, se trata de intentar predecir lo que va a suceder en el futuro” evidenciando así la dificultad de esta tarea. En realidad, al final se trata de sentido común, que “es un instrumento clave al valorar una empresa porque las técnicas nunca pueden reemplazar al pensamiento”.
La mayor dificultad con la que se encuentran los analistas que se dedican a esta función es a menudo la falta de información, sobre todo en las empresas no cotizadas, ya que las que participan en bolsa tienen la obligación de hacer públicas sus cuentas anuales, y además suelen suministrar más datos de los obligados para conseguir una mejor valoración por parte del mercado aportando así un valor añadido a sus inversores.
No obstante, el libro se remarca que, “realmente lo único de lo que carecen las empresas no cotizadas es de un precio de mercado”, un precio que, en cualquier caso “conviene confirmar por si el mercado no ha reflejado convenientemente el valor de la empresa”.